Jesucristo tiene en el profeta Joel el anuncio de la obra de Pentecostés, como cumplimiento a la profecía de Su obra en la Iglesia. El profeta Joel fue llamado por Dios para anunciar el Día del Señor, tanto al pueblo de Judá, como a las naciones vecinas, en profecía. Sin duda alguna Joel es uno de los doce pilares proféticos que componen el grupo de los llamados Profetas Menores. Comienza su profecía con la frase común a casi todos: “Palabra de Yahweh que vino a…” en este caso, a Joel. Su profecía inicia una descripción de una serie de plagas consecutivas que vienen sobre el reino de Judá, para advertir a la nación sobre su decadencia espiritual y moral ante Dios.
Una vez se asegura que han recibido el mensaje prosigue, a mediados del capítulo 2 con la segunda parte del mensaje de Dios al pueblo, que no es otro que, que se conviertan a Él de todo corazón, de sus malos caminos, con ayuno, lloro y lamento, pues el asunto es grave. Incluye el Señor una promesa de bendición y prosperidad sin precedentes, además de recordarles que en medio de Israel vive su Dios.
La segunda parte del capítulo 2 es una profecía, que, en parte hemos leído como cumplida en Hechos de los Apóstoles, también capítulo 2 en el día de Pentecostés, sobre el derramamiento del Espíritu Santo. Además habla de acontecimientos escatológicos en el cielo y en la tierra. Antes de terminar su exposición, la profecía que recibe Joel de parte de Dios anuncia que en el Día del Señor ocurrirán dos hechos relevantes. El primero es que Judá volverá de la cautividad, y también lo hará Jerusalén. El segundo es que reunirá a todas las naciones en el valle de “la decisión” 3:14, donde se arrepentirán o serán juzgados.
Finalmente la profecía concluye con el anuncio de que rugirá desde Sión, y Judá será habitada para siempre, y Jerusalén, de generación en generación, mientras el Señor habitará en Sión.
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